Bailaora y olé
La bailadora es uno de los iconos más singulares del mundo flamenco y de España. Tanto por su expresión artística como por su atuendo configuran un prototipo de mujer único en todo el mundo, de pura pasión. Y es que, como dice el pasodoble “la española cuando besa, besa siempre de verdad”.
¿Y cómo se ha llegado hasta aquí? Pues hay que irse a la Andalucía del siglo XVIII, “mi arma”, una tierra donde se juntaban distintas culturas: árabe, gitana, judía… Eso sí que era un ejemplo de vivir en armonía! En las ferias de ganado, las mujeres gitanas iban vestidas con una bata para ir frescas y ligeras, con lo que soportar esos calores del sur del país. También solían llevar el pelo recogido para no molestarles en plena faena del cuidado y venta del ganado.
La cosa es que a las mujeres pudientes les hizo gracia y recogieron el guante. Empezaron a llevar vestidos similares, pero con un toque más de moda: estallados en la cintura y con cola pronunciada, naciendo así el vestido flamenco, que si es de lunares, ya es lo más de lo más. Añadirían igualmente la peineta en el cabello para levantar la mantilla o fijar un clavel rojo, el abanico y unos pendientes pronunciados.
Y de la feria nos vamos al tablao. Aquellas gitanas que iban de feria, acababan en los cafés cantantes para acompañar al sonido de la guitarra y hacer competencia a los intérpretes. Tal es así que el exotismo de sus movimientos llevaba la vista de los asistentes de lado a lado (sí, como en el tenis) y fueron cogiendo más peso dentro del flamenco. Un baile que es pura pasión, donde el juego de brazos y manos junto con el taconeo sobre la madera configuran un estilo sorprendente.
El siglo XX trajo consigo la profesionalización y explosión del flamenco, con obras musicales y películas, con artistas que actuaban en todo el mundo. Una disciplina clásica, pero que de vez en cuando se moderniza gracias al empuje de algunos artistas que quieren ir más allá. Nuestra tableta es en cierto modo un tributo a Martirio, una andaluza que en plena Movida de los 80, donde el sonido punk, mod o post-moderno era lo más cool, apostó por renovar el flamenco al fusionarlo con jazz, pop o bolero. Su look puro flamenco, con gafas de sol y peinetas de pura fantasía, cautivó a muchos e hizo pensar que el flamenco podía ser moderno de nuevo.
Algo más cerca tenemos el golpe en la mesa que dio “la Rosalía”, con una escena y estética propia, que volvió a llevar a una artista con raíces flamenca por todo el mundo mundial.
