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Park life

Más allá del modernismo y las tapas, Barcelona se define por una peculiar convivencia urbana: la de las palomas y cotorras que comparten protagonismo con los ciudadanos, integrándose en su rutina diaria con sorprendente naturalidad. Una ciudad donde hasta las aves parecen tener historia, carácter… y posiblemente, un padrón municipal.

Barcelona es una ciudad de arte, mar, gastronomía y modernidad, pero también un escenario peculiar de convivencia urbana donde incluso las aves han sabido reclamar su lugar con una naturalidad sorprendente. Entre las muchas especies que habitan su paisaje cotidiano, hay dos que se han ganado, a pulso (o más bien, a ala), un rol de protagonistas: las palomas y las cotorras.

Las palomas, auténticas veteranas del ecosistema urbano, poblaron ciudades desde tiempos antiguos. En Barcelona, su presencia se remonta al menos al siglo XIX, cuando comenzaron a multiplicarse por Plaça Catalunya y el Parc de la Ciutadella. A lo largo del tiempo, estas aves se han adaptado a la vida entre humanos. En la capital catalana no solo vuelan entre la multitud con total familiaridad, sino que lo hacen con la seguridad de quien ha hecho de la ciudad su territorio: cruzan las calles como si nada, posan sin vergüenza, y saben a quién acercarse para que les suelte una miga de pan.

Más reciente, es la historia de las cotorras, una especie exótica originaria de Sudamérica que se estableció en Barcelona a finales del siglo XX. Introducidas inicialmente como mascotas domésticas, muchas de ellas se “escaparon” durante los años 80. Muy lejos de desaparecer, estas aves encontraron en el clima mediterráneo un hábitat ideal en el que hospedarse. Hoy en día, han construido sus nidos en lo alto de los árboles modificando así el skyline barcelonés. Unas auténticas obras de ingeniería vegetal que se podría decir que, si Gaudí hubiese sido ave, habría aprobado su estilo arquitectónico.

Mientras las palomas reinan en las plazas y paseos, las cotorras dominan las copas de los árboles. Cada especie ha encontrado su lugar, y ambas participan en la vorágine del día a día de la ciudad. De hecho, a estas alturas podríamos decir que son casi vecinas de toda la vida.

Barcelona es una ciudad de convivencias: entre personas de distintas culturas, entre historia y modernidad, entre arquitectura vanguardista y tradición popular. Y también, por qué no decirlo, entre las aves urbanas.

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